lunes, 17 de agosto de 2009

David Foster Wallace "Entrevistas breves con hombres repulsivos"

E.B. n° 14, VIII – 1996
St. Davids, Pensilvania

Ya sé que es dificil estar conmigo. ¿De acuerdo? Pero eso de que cada vez que me muestro huraño o retraido tú pienses que me voy a marchar o que me estoy preparando para dejarte, eso no lo soporto. Eso de que me tengas miedo todo el tiempo. Me agota. Me hace sentir como si tuviera, no sé, que escoder mi estado de ánimo porque enseguida vas a pensar que estoy así por ti y que me estoy preparando para largarme y dejarte tirada. No confías en mi. No. No estoy diciendo que después de toda nuestra historia me merezca un montón de confianza por las buenas. Pero es que tú no confías en mi para nada. Hay confianza cero haga lo que haga. ¿Sí o no? Te prometí que no me iba a largar y tú me dijiste que te creías que por fin me había entregado realmente, pero es no es verdad. ¿Sí o no? Admítelo. No confías en mí. Todo el tiempo estoy pisando huevos. ¿No lo ves? No puedo estar todo el tiempo intentando transmirtirte confianza.

E.B. n° 2, X – 1994
Capitola – California

Y cuando sucede es terrorífico. A veces ni siquiera me entero de qué ha sucedido hasta que se ha terminado y entonces miro atrás e intento entender cómo ella a podido sufrir tanto, si es que ella estaba loca y dependía de mí hasta un extremo antinatural o si soy un indeseable en lo que respecta a las relaciones.

E.B. n° 48, VIII – 1997
Appleton, Wisconsin

En un momento dado podía ser muy, pero muy cariñosa y maternal, y al instante siguiente podía ponerse furiosa conmigo por cualquier nimiedad real o imaginaria y retirame por completo su afecto.

E.B. n° 51, XI – 1997
Fort Dodge – Iowa

Siempre pienso: “¿Y si no puedo?” Luego pienso: “Mierda, no pienses en eso”. Porque pensar en ello puede provocar que suceda. No es que me haya pasado muchas veces. Pero da miedo. A todos nos da miedo.

E.B. n° 20, XII – 1996
New Haven, connecticut

Estoy seguro de que tú también has percibido esto en las mujeres muy atractivas, el hecho de que prestarles atención hace que empiecen inmediatamente a posar, incluso si su pose es la despreocupación artificial que fingen para retratarse a sí mismas como carentes de pose.

E.B. n°. 28, II-2007
Ypsilanti, Michigan (transmisión simultánea)

K.: Porque la mujer moderna tiene que soportar una cantidad sin precedentes de contradicciones sobre lo que se supone que quiere y sobre cómo se espera que se comporte sexualmente.



E.: Mientras que en el fondo persiste la vieja oposición chica respetable versus zorra. Está bien ir follando por ahí si eres feminista, pero al mismo tiempo no está bien ir follando por ahí porque la mayoría de tíos no son feministas y no te respetan y no te llaman más si te los follas.

K.: Hazlo pero no lo hagas. Es una contradicción sin salida.



E.: El discurso esquizofrénico de los medios que representa, por ejemplo, el cosmopolitan: por un lado tienes que estar liberada y por otro asegúrate de encontrar marido.



K.: No, lo que quieren es experimentar una pasión tan enorme, abrumadora, poderosa e irresistible que anule toda culpa, tensión o remordimiento que puedan sentir por traicionar las responsabilidades que perciben como suyas.

E.: En otras palabras, lo que quieren de un tío es pasión.

K.: Lo cual quiere decir que, en el fondo, quieren a un hombre que vaya a ser tan abrumadoramente apasionado y poderoso que sientan que no tienen elección, que su historia los supera a ambos, que pueden olvidarse por completo de que existen las responsabilidades posfeministas.


Mundo adulto (I)
Primera parte
La situación siempre cambiante de Yen
Le decía que ella lo volvía medio loco de pasión y de amor cuando se frotaba contra él mientras se preparaba para su climax sexual.

Era conciente de que había estropeado una relación íntima previa con sus miedos y sentimientos irracionales.

Por fin llegó a la siguiente conclusión acerca de lo que funcionaba mal: bien había algo en ella que funcionaba realmente mal o bien algo funcionaba mal en ella por el hecho de preocuparse irracionalmente porque algo funcionaba mal en ella.

Y la desesperaba el miedo de estropear su relación con sospechas fuera de lugar y descabelladas, del mismo modo que había estropeado y arruinado la relación con su anterior amante por culpa de sus preocupaciones irracionales.

Se había sentido, hacia el final de su relación, totalmente inadecuada, autodestructiva y enloquecida, y se había alejado de aquella relación presa de un miedo terrible a la capacidad de su propia mente para atormentarla con sospechas irracionales y para envenenar una relación entusiasta, y todo aquello se añadió al tormento que le causaba la preocupación obsesiva que estaba experimentando ahora en su relación sexual con su marido, una relación que también, al principio, había parecido más íntima y satisfactoria de lo que ella podía creer racionalmente que merecía, sabiendo todo lo que sabía (o creía saber) sobre ella misma.

Iglesia no construida por manos
Rotación

El cielo es un ojo
El crepúsculo y el amanecer son la sangre que alimentan al ojo.
La noche es el párpado cerrado del ojo
Todos los días el párpado se abre de nuevo, liberando sangre y el iris azul es un gigante tendido boca abajo.


En su lecho de muerte, cogiéndote la mano, el padre del nuevo dramaturgo joven y alternativo pide un favor

El padre: Lo desprecié desde el primer momento. No exagero. Desde el primer momento en que consideraron oportuno dejarme entrar y miré y lo vi tan unido a ella, ya mamando. Mamando de ella, nutriéndose de ella, y la cara de ella –de ella, que había dejado tan claro lo que pensaba acerca de chupar partes del cuerpo-, su cara vuelta hacia arriba, había cambiado, se había convertido en una abstracción, en la Madre, con su cara de parturienta embelesada y radiante, como si no hubiera sucedido nada invasivo ni grotesco. Ella había gritado sobre la camilla, gritado… Pero, ¿dónde estaba ahora aquella chica? Yo nunca la había visto tan… El término exacto es “fuera de sí”, ¿verdad? ¿Alguien ha analizado esa expresión? ¿Lo que implica verdaderamente? En aquel instante supe que lo despreciaba. No hay otra palabra. Era despreciable. Y todo lo que vino después. La verdad: no me pareció natural ni satisfactorio ni hermoso ni justo. Piense lo que quiera de mí. Es la verdad. Era repugnante. Todo el tiempo. El ataque a los sentidos. No se lo imagina. La incontinencia. El vómito. El olor brutal. El ruido. Que te roben el sueño. El egoísmo, el egoísmo salvaje del recién nacido, usted no tiene ni idea. Nadie lo prepara a uno para eso, para algo tan desagradable. El gasto absurdo en cosas de plástico de color pastel. El hedor a cloaca de su cuarto. La ropa perpetuamente sucia. El olor y el ruido constante. El trastorno de cualquier horario imaginable. Las babas y el terror y los berridos punzantes. Unos berridos que se clavaban como cuchillos. Tal vez si alguien nos hubiera avisado, si nos hubieran prevenido. La remodelación incesante de todos los horarios en su honor. El honor a sus deseos. Él reinó desde su cuna, desde el primer momento. Reinó sobre ella, la redujo y la remodeló. Qué poder tenía ya de niño. De él aprendí la codicia interminable. De mi hijo. La arrogancia más allá de todo lo imaginable. La codicia principesca y el desorden desconsiderado y la crueldad ciega: su falta literal de consideración. ¿Ha considerado alguien la verdadera importancia de esta expresión? La falta de consideración con la que trataba al mundo. La manera en que tiraba las cosas y las agarraba, la manera en que rompía las cosas y luego se iba sin más.
El color rojo y la flacidez de su boca y la forma en que su labio siempre estaba húmedo sin importar cuántas veces fueras y se lo secaras. Un niño inherentemente húmedo, siempre pegajoso, con un olor vagamente fungoso. Su cara inexpresiva cuando se quedaba enfrascado en alguna actividad placentera. Su codicia absolutamente desvergonzada. La sensación de tener derecho a todo. Cuánto tiempo nos costó arrancarle un “gracias” puramente indiferente. Nunca lo dijo de corazón, pero a ella no le importaba. Ella… A ella nunca le importó. Era su esclava. Tenía mentalidad de esclava. Aquella no era la chica a quien yo había pedido en matrimonio. Eras su esclava y se creía que era feliz. Él jugaba con ella como un gato juega con un ratón de juguete y ella se sentía feliz. ¿Estaba loca? ¿Dónde estaba mi mujer? ¿Qué era aquella criatura a quien ella acariciaba mientras él mamaba de ella?

El suicidio como una especie de regalo
Por lo que ella recordaba, siempre lo había pasado mal, incluso de niña. Recordaba pocos detalles específicos de su infancia, pero sí recodaba haber sentido un odio había sí misma, un terror y una desesperación que parecían haberla acompañado desde siempre.
Que no era culpa de nadie más que de ella. Aquello la hacía odiarse más todavía. Esperaba de sí misma una perfección absoluta, y cada vez que no la conseguía la colmaba una desesperación profunda e insoportable que amenazaba con romperla en pedazos como si fuera un espejo barato.

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